20 de diciembre de 2011

PONEN EN MARCHA EL CABARET POETICO// Carlos Santibáñez

Reseña al espectáculo: “Cabaret Poético”, montado por las poetas Maya Lima, Tania Espinosa de la Garza, Viviana Castillo y Carmen Saavedra, por CARLOS SANTIBÁÑEZ

Poner en marcha el cabaret poético, requiere un doble dominio: de interpretación de contenidos y selección de medios para transmitirlos. Todo puede fallar pero no el Cabaret. Es como la música en vivo. Aquí como en pocos géneros, se hace verdad aquello de que la forma, es fondo. A toda mujer le es grato el efecto que una forma bella despierta en las emociones, cuántas veces oímos decir a las niñas con cierto rubor que se les están formando las “bubis”, una mujer llegada al punto de su madurez refleja esta sabiduría, para qué negarlo es una forma de inteligencia sexual y sensual, pero asumirlo al más alto nivel, ya es otra cosa: supone estar por encima de ello, haberlo, no sólo sentido, sino además padecido, haberlo pensado en suma, y ésta es misión de artistas. Revelar sentimientos para orientar al máximo a los espectadores, en un conocimiento de verdad por encima de los impulsos naturales, tal como lo consigue el Cabaret Poético.


Maya Lima, Tania Espinosa de la Garza, Viviana Castillo y Carmen Saavedra, poetas de buen ver y distinguir, lo intentan ante un público exigente, -habría que decir, pesado- como el reunido en el Café Cultural El Templo, la noche del pasado sábado 3 de diciembre. Ahí estoy yo, con mi gabán de académico. Lo que pretenden las poetas es romper paradigmas: “La esencia misma del Cabaret (alemán y posteriormente francés) fue intransigente, insumiso –comenta Tania Espinosa de la Garza- rompiendo con esquemas establecidos de su época”. Quiero pensar que las chicas y yo nos entendemos bien, así que me dispongo a observar qué ocurre con la puesta en escena del anunciado CABARET POÉTICO.
Me está claro en una noche de diciembre, que si la transmisión oral fue el primer modo de encender la poesía, esta sinceridad de hablarla, la generosidad de las poetas para actuarla, me remite al performance, lo que nunca creí es que con mi trato académico fuera a ocurrirme algo inesperado. Me involucré, se los confieso amigos, pensé que lo había visto todo, me faltaba a mí también de aprender algo de la emoción que el espectáculo dibujaba en el aire. Ver salir a Maya Lima con una indumentaria de policía, a Viviana con aquel emplumado de color de rosa que desde su llegada ganó vivas miradas, Tania con un físico que compite con el valor de sus referentes poéticos equilibrando porque está en el mejor momento que tienen los humanos, y mejor aún, las humanas, de equilibrar materia y energía; Carmen a contrapelo de una silla, donde dice verdades y además y por encima de todo, la poca ropa. ¡Bueno, la que se armó! Ahí surgió la magia que sólo las poetas saben brindar. Maya Lima: expresión de la gran poesía que se abre paso a trancazos, la policía que se resuelve en poesía. Tania, el moverse entre las cuerdas de la realidad y el deseo. Carmen, el reclamo que sabe a dulzura y trasciende en enseñanza que los varones bien que comprenden, y Viviana, la frescura insistente que entre las tempestades saldrá vigente.

“El evento está pensado desde el amor y/o el desamor; desde la palabra, desde la voz de todas las mujeres. ” Dice Carmen Saavedra “sin puntos ni comas”: “A pesar de los daños en mi disco duro/ sigo holográfica o sea momentánea” es la mujer que se juega por el todo o la nada, la “amiga presente, irreverente, incandescente” y en el otro extremo, las ganas de enseñar, de re educar el gusto de la audiencia, para obligarle a ser mejor persona, obligación que únicamente se acepta cuando el medio operante es un “reality show”. Es “como dice la banda en la carretera: ‘Te vienes o me voy’. Carmen declara ser como las fiestas tradicionales de nuestro país: integralmente alegre y trágica.
Maya Lima proclama en alta poesía su petición nocturna. “Al cerrar los ojos/ imito tu voz de piel,/ rozo mi pezón asombrado,/ exploro cada uno de mis labios,/ corre sal y los muslos bailan./ El luto continúa, pierdo lo mío/ y deletreo carcajadas/ por el placer que aún me niegas”.

Viviana Castillo por un instante presta su voz a la Cantina y la descifra: “Madrugada que se nos cae encima, adolorida./ Soledades que se suman a la mía, tejidas… Se bordan poemas con cabello enmarañado de deseo”.

Tania Espinosa de la Garza se hace eco de la denuncia por los feminicidios ocurridos en México: “Tengo que tragarte/ digerirte/ a ti/ con tu mundus alas/a ti/ más alta que yo o más baja/a ti/ desde tu ausencia,/ a ti/ desde tu génesis de la nada/ a ti/ y a tu infinito/ en donde se derraman las mil y una historias/ porque sumergirme en tus profundidades/ me hace ubicua y eterna.// Somos la epístola de una historia sin tiempo./ Nos derramamos completas/ desde nuestra cama hasta el alma/ desde el alma hasta las letras/ desde las letras hasta el corazón”.

Hacía falta un ejercicio poético de este tipo, que combinara lo lúdico, lo sensual y lo social, entendido como el compromiso de trascender el primer y más inmediato llamado que experimenta la humanidad, que es el llamado físico. No dejar la sexualidad a un nivel de primera llamada, sino extraerle toda su sabiduría, más allá de la segunda enseñanza, y la tercera, y la cuarta. Por una noche loca, poetas de Cabaret descubren la vereda que hay del candor a la perversión y otra vez al candor de la mujer en cabaret. Abren la llave a querer o no, de la atracción natural que nos convoca, la torean en un pase que va del humor a la compasión, al compulsar lo bravo con lo ingenuo, lo abrupto con lo espiritual. La lección no es amarga, sin embargo, con lo espiritual, nos damos cuenta cuán bloqueada ha estado siempre la irrupción de la belleza femenina por lo “cultural”, por lo que hemos llamado torpemente “cultural”, y sólo poetas tan hondos como López Velarde supieron detectar como el tramado de “las ineptitudes de la inepta cultura”, detrás de las cuales la mujer está desconocida, ignorada, cuando no, desafortunadamente hasta el momento, aún discriminada.- Llega un momento de la noche, y esto sólo puede darse en Cabaret, en que todo lo que se mueve bajo el sol, sea hombre o mujer, se identifica en la voz de Tania: “Hoy soy toda tuya”. Soy tu libro de filosofía de todas las corrientes menos lógica”.


Por el recurso de la enumeración caótica, la poeta de Cabaret se erige en la vocera de todas las mujeres y vemos frente a nosotros, la puesta en marcha del círculo con sus 360 grados donde aflora al escrutinio de la audiencia, la “que llevaste al río pensando que era mozuela, tu cortesana de Menphis, tu sirena, tu María Egipcíaca antes de volverse santa, la sombra de tu bien esquivo, imagen del hechizo que más quieres, y todas las Juanas que conoces, la loca, la de Arco, la de tu cruz,/ hasta tu Juanita Banana marca registrada” y todas las que Tania pueda actuar antes de descubrir la verdadera: “Soy la que sé volar…!”
Para mí la lección de este Cabaret, es que la gente, al ponerse la ropa, se vuelve hipócrita, cubre el atractivo salvaje y lo cambia por una cómoda racionalidad en que nombra las cosas como no son; no importa qué esfuerzos se hagan para respetarlo, para atrevernos a decir su nombre, el sexo se vuelve un tabú al tiempo que se representa a la mujer como símbolo de lo que en realidad ella no es, y es que el gran escándalo del siglo siguiente va a ser el detonar que la mujer tampoco es sexo, no tan sólo es eso, no se queda ahí, entonces se la deforma, se le endilga funciones caprichosas, absurdas, que podrían parecer incluso una venganza de lo que ella es capaz de enseñar, de donde viene a resultar que la mujer es y ha sido siempre, una perfecta y verdadera desconocida en este mundo. Qué bueno que perturbe, que emocione. Imagino que la Escuela de Viena, el vaporoso mundo del “Cancán”, las audacias de Freüd al descubrir el escándalo de la energía sexual, habrán llevado al centro del remolino la emoción, el revuelo, el trastorno total que nos produce esa desconocida de todos pero más de sí misma, que es y ha sido siempre la mujer, pero estaban curándose en salud, estaban oteando apenas el primer piso de la gloria, descorriendo el velo de un esplendor: el sexo, que el siglo siguiente se encargaría de autorizar, de legislar de dar permiso de hacerlo todos los humanos entre humanos capaces adultos, ya sean hombres, mujeres, del sexo que tengan o quieran tener, en la manera que lo dicte su gana siempre que no resulte incorrecto para el otro, que es la clave legal de la dignidad, pero nos dice la filosofía de la ley que la dignidad es la suma de todos los derechos, y el mundo tiene derecho todavía a algo más: tiene derecho a conocer los 360 grados del circulo que integra, en su esencia, la mujer: círculo donde está la virgen, la pérfida, la ingrata, la superior, la santa, y quiero pensar que es parte de los siglos siguientes, documentar este cristal humano, este hálito de transparencia y superioridad, que es la mujer. En donde nos reconocemos todos, la verdadera y única ley de reconocimiento es ese pacto que sella la naturaleza con la mujer para abarcarnos en su inefable círculo donde todos brillamos, nos reunimos y unos a otros nos pertenecemos, porque en el círculo, o para ser exacto, en la circunferencia del círculo, se confunden el principio y el fin.


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