Los orígenes del FELICISMO

La idea de un sistema que se proponga la FELICIDAD, el “felicismo” que propone el Partido de la Izquierda Erótica, resulta que ya ha sido considerada y que hasta esta consignada en la Constitución de Bután. Lean este artículo aparecido en El Comercio del Perú.

 

Economía y felicidad: del PIB a la FIB
Para que el PIB se incremente, hay que aumentar la población que trabaja, aumentar la productividad de los que trabajan o ambas cosas a la vez
29.10.2010 – JUAN CARLOS ÁLVAREZ ÁLVAREZ ECONOMISTA

 

El Estado se esforzará en promover las condiciones que permitan la consecución de la Felicidad Interior Bruta (FIB)». Esa es la novedosa idea recogida en la Constitución de Bután, pequeño y montañoso país asiático, muy diferente de otros principios habitualmente reflejados en las Cartas Magnas como libertad, igualdad o derechos fundamentales. El Gobierno butanés presidido por J. Thinley sostiene que para ello es necesario apoyarse en cuatro pilares: respeto por la naturaleza, preservación de la cultura, prácticas de buen gobierno y un desarrollo económico igualitario y sostenible. En otras palabras, ecologismo, respeto a la diversidad, gobierno transparente sin corrupción y sin prácticas de nepotismo, así como un desarrollo económico que no esquilme los recursos para las siguientes generaciones y que garantice un mínimo básico para cualquier persona. Esos cuatro puntos podría suscribirlos hoy cualquier país occidental, pero lo que hace original el tema es el hecho de que en la Constitución butanesa, se refleje el concepto de ‘Felicidad Interior Bruta’.

Estamos habituados a medir el desarrollo de un país y el nivel de vida de sus habitantes por conceptos como el PIB (Producto Interior Bruto), el cual tiene una clara correlación con el nivel de vida de una población, ya que los países con un PIB mayor tienen, a su vez, mayor esperanza de vida y menor tasa de analfabetismo, por citar solo algunos ejemplos. Sin embargo, existe un movimiento muy crítico respecto a la validez del PIB para medir el nivel y la calidad de vida de los ciudadanos y economistas prestigiosos como J. Stiglitz (USA, 1943), Nobel de Economía del año 2001, lo cuestionan abiertamente. No obstante, la semilla de dicha crítica nace sobre todo de Amartya Sen (India, 1933), Nobel de Economía de 1998, el cual ha tenido una gran influencia en la elaboración de medidores alternativos al PIB, como el IDH (Índice de Desarrollo Humano) elaborado por las Naciones Unidas. Dicho IDH, valora aspectos como la vida larga y saludable, la educación y la vida digna. Este índice está liderado por países como Noruega, Canadá o Australia, siendo las 11 últimas posiciones para países africanos regidos por dictaduras corruptas y asolados por miserias de todo tipo. España ocupa la décimosexta posición y EE UU, la decimoquinta. Efectivamente, el PIB no mide la calidad del medio ambiente, la seguridad ciudadana, la seguridad jurídica, el reparto de la riqueza, las expectativas de vida ni el grado de libertad. Pero, no por ello deja de ser un indicador interesante si se complementa con otros.

La pretensión de la Constitución butanesa respecto a la obtención de la Felicidad Interior Bruta, no deja de ser una bella utopía, ya que no está claro en qué consiste la felicidad, ni hay un modo para medirla. La idea de felicidad es algo subjetivo y distinto para cada persona y puede que tenga que ver más con razones de tipo genético y químico-neuronal. Por otra parte, los conceptos de felicidad y de bienestar no son atemporales, y están firmemente interrelacionados con el entorno y el momento, de modo que todo es comparativo. Así, por ejemplo, un noble privilegiado de hace dos siglos vivía con muchísimas menos comodidades que un ciudadano medio actual, pero la comparación con el entorno, probablemente hacía sentirse mejor al noble del siglo XIX, ya que «en el país de los ciegos, el tuerto es el rey». La famosa frase de Ortega y Gasset «yo soy yo y mis circunstancias», habría que darle la vuelta y dejarla en «yo soy mis circunstancias y yo». No obstante, es interesante la originalidad de la idea de la FIB porque intenta que el ser humano sea algo más que un voraz consumidor, aunque ese consumismo ha sido el que nos ha facilitado el increíble avance tecnológico existente y la interminable lista de comodidades de las que hoy disfrutamos.

El legítimo intento de todo ser humano por buscar el bienestar, genera corrientes migratorias, como refleja el libanés Amin Maalouf (Beirut, 1949), premio Príncipe de Asturias de las Letras 2010, en su defensa de la diversidad cultural, al decir que «las naciones que se asientan en los cimientos de la diversidad étnica y la inmigración se hallan entre las más dinámicas del planeta. pero acompañadas de violencia, odios y discriminaciones». En algunos países occidentales, la sociedad se mueve pendularmente, oscilando entre el rechazo frontal a los inmigrantes y una aceptación sumisa que hace prevalecer sus derechos y costumbres sobre los nuestros. Esos conflictos han de ser resueltos de forma global y no por un país aisladamente de forma quijotesca. Según Maalouf, una sociedad debe preguntarse hacia dónde va y qué busca conseguir, pero yo creo que, al igual que el darwinismo dejó claro que la naturaleza no es «finalista», en el sentido de que los cambios no persiguen un fin concreto, sino que se suceden mutaciones genéticas aleatorias y los más aptos para un entorno y tiempo concretos sobreviven, en las sociedades sucede igual y los cambios van produciéndose sin perseguir un fin concreto y unos imperios sustituyen a otros, aunque a los humanos nos gusta pensar que todo obedece a un plan para no reconocer nuestra insignificancia.

Otro laureado de los Premios Príncipe de Asturias de este año, el sociólogo Zygmunt Bauman (Polonia, 1925), afirmó que «la única certeza, es la certeza de que existe incertidumbre». Para el ser humano, la incertidumbre quizá sea la mayor fuente de infelicidad a lo largo de la vida, pero también es el motor de nuevos avances y de generación de riqueza. Como reflejó Bauman, «el bien y el mal no están nítidamente separados y el mundo no es un lugar ordenado, limpio y transparente». La vida no es blanca ni negra, sino con matices del gris. Por eso existen las ideologías, y justamente por eso, con la globalización y la uniformidad de los patrones de pensamiento, las ideologías están en su ocaso.

Hay una frase de J. Thinley que no tiene desperdicio: «La felicidad, igual que el dinero, si no circula, no sirve para nada». Por último, un dato que nos pone los pies en el suelo. El I Congreso Internacional de la Felicidad ha sido organizado por Coca-Cola, tal vez por lo de la «chispa de la vida», lo cual nos sitúa muy cerca del ser humano devorado por el consumismo. Así que, de momento, del PIB a la FIB hay un largo camino. Y para que el PIB se incremente, hay que aumentar la población que trabaja, aumentar la productividad de los que trabajan o ambas cosas a la vez. En este momento, no se está dando ni la una ni la otra.